martes, 22 de enero de 2013

En el bar de la esquina, ese en que la camarera es tan maja y te llama cariño,un ventoso lunes a medio dia las personas comen solas,aunque estén acompañadas. La pareja de ancianos ya pide el postre, fruta, que la diabetes no le deja la tarta que tanto le gusta a la señora; seguidamente entran unos jóvenes, observando la barra y pidiendo vino para comenzar. El viejo de pelo blanco con el abrigo verde oscuro y tos ruidosa, le da conversación al camarero mientras ojea el periódico del día y da un trago a su cerveza, -¡qué jodido viento hace hoy!- se le queja. Y yo mientras que el silencio me gobierna, los nervios me invaden el cuerpo, y solo hace falta que me roces un poco, para deshacerme en mil partes. Un vendedor de joyas ambulante, turco quizás, me ofrece su material con palabras simpáticas y tono animoso, consigue sacarme una sonrisa, a pesar de todo, y se va contento a seguir su ronda. Y yo con la mia.

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